Español de nacimiento, Juan Larrea abrazó la causa patriota luchando contra las invasiones inglesas, siendo vocal de la Primera Junta, Constituyente en la Asamblea de 1813, Triunviro, Ministro de Hacienda y Embajador, sin embargo una sombra de corrupción lo seguirá hasta su muerte.
En los inicios de su
actividad fue “alzaguista” (en contra de Liniers), “morenista” (en contra de
Saavedra), y anti rosista hacia el final.
Si bien se dice que
contribuyó con parte de su fortuna a la formación de las fuerzas armadas de una
patria en formación, su sociedad con William Pio White, un norteamericano de
moral sospechosa, lo coloca en muy mala posición con la compra de armas.
Refugiado y empobrecido
decide el peor camino, suicidándose al cortar su cuello con la navaja de
afeitar.
¿Quién
fue Juan?
Juan Larrea nació en Cataluña, España,
en 1782. Luego de la muerte de su padre, su madre decide trasladarse a Buenos
Aires, cuando Juan tenía 18 años. Se destacó en poco tiempo como un hábil
comerciante de cueros, vinos y azúcar, vinculándose al avezado e influyente
comerciante español Martín de Álzaga.
A los 24 años ejerció como síndico del Consulado de Comercio de Buenos
Aires y comienza a comprometerse
con la causa patriota participando en la defensa contra las Invasiones Inglesas. Fue uno de los fundadores del Tercio de Miñones de Cataluña (Voluntarios de Cataluña), participando en la lucha con el grado de
Capitán.
En enero de 1809, durante la asonada de Álzaga, fue uno de los candidatos a vocales de la primera junta de gobierno
porteña, que no llegó a formarse.
Se conoce como asonada de
Álzaga a un intento de destituir al virrey Liniers, por parte de un grupo afín encabezado por uno de
sus miembros, el alcalde Martín de Álzaga.
En 1810, aparentemente por su
alianza con el mismo grupo de comerciantes, fue nombrado vocal de la Primera
Junta. Tenía solo 27 años, siendo
el miembro más joven de nuestro primer gobierno patrio. Junto a Domingo
Matheu (comerciante también
vinculado al grupo de Álzaga), fueron los únicos españoles designados para
participar en la junta de 1810.
Se unió al grupo liderado por Mariano
Moreno en oposición a las
posturas del presidente de la Junta, Cornelio
Saavedra, tanto antes como después de
la transformación de la misma en la Junta
Grande. Como consecuencia del alzamiento del 5 y 6 de abril
de 1811, fue depuesto y desterrado a San Juan.
La Revolución del 5 y 6 de
abril de 1811, o Movimiento
o Revolución de los Orilleros, fue un golpe cívico militar por
el cual el sector moderado partidario de Cornelio Saavedra, se aseguró el control de la Junta Grande de
gobierno, eliminando a la minoría radical partidaria de Mariano Moreno.
Las sociedades ocultas y la
compra-venta de armas
En 1812 Larrea presentó a
los miembros del Segundo
Triunvirato, un oficio “reservadísimo” proponiendo un contrato
para adquirir en Estados Unidos 20.000 fusiles con sus bayonetas por 20.000
onzas de oro en plata sellada.
Las armas serían
provistas por un ciudadano "cuyo nombre se oculta". De la declaración
de Jonte en el proceso de 1815, se infiere que se trata de William Porter (Pio) White, un inescrupuloso
comerciante estadounidense, socio y apoderado de Larrea.
El contrato
autorizaba además al proveedor, antes incluso de la entrega de las armas, a
entrar al país un cargamento por 100.000 pesos en mercaderías y a sacar otros
100.000 pesos en plata sellada (operación no permitida), todo libres de
derechos de Aduana.
Juan José Paso,
con experiencia e intereses comerciales en el tráfico de armas, planteó objeciones al negociado pero finalmente el
contrato fue aprobado y ratificado en pleno por el Poder Ejecutivo.
Las condiciones
del contrato, especialmente la importación de mercaderías y exportación de
metálico, no obedecían sólo a la situación de necesidad del gobierno, por
cuanto poco después, en diciembre de 1812, se adquirieron al inglés Jorge
Hilton 5.000 fusiles con bayoneta de primera clase y 1.000 sables de caballería
sin concederse similares beneficios, lo cual torna más evidente el carácter de
“negociado” de la operación.
Si bien el
contrato se dejó sin efecto, "setenta mil pesos se entregaron a un
inglés para armas a renglón seguido de haber desechado la propuesta a que se
opuso don Juan José Paso, sin seguridad alguna, según se lo expresó don Tomás
Guido, los cuales hasta ahora cree el declarante que están en descubierto",
como declararía el ciudadano José Belvis en el juicio de
residencia de 1813.
Integró la Asamblea del Año XIII como Diputado por Córdoba. En ese ámbito fue el cuarto Presidente de las
sesiones durante 3 días y apoyó en ese período la extinción de los títulos
nobiliarios en el territorio nacional, la prohibición del uso de torturas y la
creación de un instituto de formación militar, entre otras medidas.
Lleva su firma el acta que declaró canción patria al Himno Nacional. Fue el autor de la ley de Aduanas sancionada por la Asamblea, que
liberaba de derechos a las máquinas, libros, imprentas y artículos de guerra.
Hacia el poder y la
justificación de la carrera armamentista
En noviembre de
1813 por la renuncia del Dr. José Julián Pérez se
incorpora Juan Larrea al Segundo Triunvirato, junto a Gervasio Antonio Posadas y Nicolás Rodríguez Peña.
Solo un mes
después se cerró el convenio con White para que "...proceda a
comprar y reunir cuanto se haga necesario para poner en el río una fuerza tan
respetable, que no sea aventurado el éxito...sin detenerse en los precios, pues
que una vez comenzados los gastos toda mezquindad que retardase el armamento,
podría ser muy fatal y acaso hacer que todo fuese perdido."
Cuando aparece en
el texto de las resoluciones…”sin
detenerse en los precios”, la máquina de sospechar comienza a funcionar.
Larrea se unió a la Logia
Lautaro, dirigida por el entonces
Teniente Coronel Carlos María de Alvear. De la mano del sector “alvearista” de la logia (el otro sector era el
“sanmartiniano”), el tío de Carlos María de Alvear, Gervasio Posada, que en ese
momento ejercía como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, lo designó, en 1814, Ministro
de Hacienda.
Larrea justifica
su carrera armamentista por la “situación difícil del momento”, y la describe
en una carta a su socio White:
"Cuando en diciembre de 1813, por misión del
Señor D. José Julián Pérez, fui nombrado individuo del poder ejecutivo, las
Provincias del Río de la Plata presentaban un cuadro verdaderamente triste.
El ejército del Perú, mandado por el General
Belgrano, había sido completamente derrotado en Vilcapugio, y venía retirándose
de Tucumán; la Plaza de Montevideo tenía una guarnición doble en número al
ejército que la sitiaba, y nada indicaba que pudiese tomarse, porque no tenía
el Gobierno con qué batirla en brecha pues no tenía cañones, y en los almacenes
de artillería apenas había 200 quintales de pólvora; el Coronel Artigas, en
guerra abierta con la Capital, había revolucionado y era obedecido en todo el territorio
de la Banda Oriental hasta el Paraguay; el reino de Chile se hallaba atacado
por las tropas de Lima, y las divisiones intestinas que lo agitaban anunciaban
ya de antemano la ocupación que aconteció poco después; el tesoro de Buenos
Aires agotado y su crédito enteramente perdido; por último en lugar de la
confianza que es necesaria para salir de los grandes peligros, se notaba un
desaliento general.
En tan críticas circunstancias, conocí que era
preciso concentrar los esfuerzos, y poniendo en movimiento cuantos recursos
presentasen, dar un golpe a los enemigos que desembarazándose de ellos,
restableciese la confianza, y pusiese al Gobierno en estado de proseguir la
guerra con nuevo vigor y con esperanzas probables de un feliz resultado.
Discurriendo con Usted sobre tan importante objeto,
buscamos el punto en donde el enemigo pudiese ser atacado con más prontitud,
nos convencemos de que era Montevideo, siempre que fuese posible armar una
fuerza naval que, batiendo a la que los enemigos tenían en el Río, la obligase
a encerrarse en su Puerto, y lo bloquease estrechamente. Aunque era fácil
convenir en acierto el proyecto, parecía imposible que pudiesen encontrarse los
medios necesarios para realizarlo.
La Marina de Montevideo era numerosa, y Buenos Aires
sólo tenía una balandra despreciable y el lanchón del Capitán del Puerto. En el
arsenal no había más que 30 cañones y carronadas de diferentes calibres y muy usados. No había pólvora
y se ignoraba de donde sacaría marineros y oficiales de mar.
Confieso que arredrado por el cúmulo de
dificultades que se presentaba, habría abandonado el proyecto creyéndolo
irrealizable si el genio de Usted no me hubiese persuadido que no faltarían
recursos para superarla. Convencido de que todo era menester crearlo, y autorizarlo
por mis colegas del Ejecutivo con la plenitud de sus facultades, le conferí a
Usted las más amplias para que emprendiese el armamento.
Buenos Aires vio con asombro que cuando a fines de
marzo de 1814 se comenzó a hablar seriamente de estas empresas aparecieron ya
armados y como extraídos del seno del mar una porción de buques, entre los
cuales había algunos que en el mes de diciembre de 1813 estaban aún en los
mares de Europa. Esfuerzo prodigioso debido a la constancia actividad e
inteligencia con que Usted desempeñó esta comisión…"
Desde ese cargo impulsó la creación de la escuadra naval que, al mando
de Guillermo Brown, se impuso a la Real Armada Española en la Campaña Naval de 1814 asegurando la caída de Montevideo, uno de los hechos más trascendentes para la suerte de la guerra de la independencia.
Algunos historiadores afirman que perdió buena parte de su fortuna en la
formación de la flota de guerra, en parte por los manejos turbios de fondos de
su apoderado, el norteamericano William Pío White.
De su bolsillo también habría financiado un batallón de caballería y
buena parte de las necesidades de la fábrica de armamentos.
No había tanta impunidad
En agosto de 1815 es
procesado, causa que llevaba por título “Proceso
por delitos contra la patria y su seguridad contra Juan Larrea”, bajo la
acusación de Martín Basavilbaso.
Todo esto ocurría a pesar de la protección de quien en ese momento era
su protector, el Director Supremo Carlos María de Alvear
Se lo procesó por 9 cargos. En uno solo de ellos (el número 6), el
Estado expresaba que no tenía explicación alguna que bajo su responsabilidad se
hayan vendido tres corbetas (Neptuno, Belfast y Agradable), cuyo valor era de $
62.000 por solo $ 30.000 al señor Manuel Lorenzo, y que por lo tanto esta venta
por menos de la mitad de su valor implicaba un “retorno” para quien decidió la
operación.
La sentencia contra Juan Larrea, en octubre de ese año, se tradujo en la
expatriación a ultramar y el secuestro de sus bienes por $ 82.310 que adeudaba
a la Aduana.
Su socio Pio White también fue encarcelado.
Pasó por Montevideo,
para luego instalarse en Burdeos, Francia. El nuevo Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, de indisimulable afinidad con ese país, lo nombró cónsul de
las Provincias Unidas del Río de la
Plata en esa ciudad.
En 1822, ya bajo el gobierno
de Martín Rodríguez volvió a Buenos Aires, dedicándose a negocios de
fabricación de navíos, saladeros y extracción de tasajo para exportación.
De 1828 a 1830 vivió en Burdeos,
desempeñándose como cónsul nombrado por el Gobernado
Manuel Dorrego, consiguiendo durante ese período el reconocimiento de la
Independencia Argentina por parte del gobierno francés y formar nuevamente un
considerable patrimonio.
El final
Regresó al Río de la Plata, y por varios años más intentó crear diversas
empresas, aunque la persecución de Rosas, traducida en cargas impositivas y
multas a su actividad como fabricante de navíos, lo llevó a la ruina. Se radicó
en Montevideo, desde donde manejaba sus negocios en Buenos Aires.
Volvió a Buenos Aires, donde a los 64 años, en 1847, se suicidó perseguido por problemas económicos, degollándose
con su navaja de afeitar.
Era el último sobreviviente de los miembros de la Primera Junta Patria.
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