martes, 19 de diciembre de 2017

Tumusla. Un pequeño combate para una gran causa.



No fue la Batalla de Ayacucho la última de la causa independentista de América del Sur, aunque muchos historiadores así lo proclamen, poniendo de manifiesto fuertes diferencias conceptuales sobre la América Grande.

Fue en Tumusla, un pequeño poblado donde se llevó a cabo un combate muy singular que le da la independencia definitiva al Alto Perú (hoy Bolivia), en 1825.

No faltaron traiciones ni cambios de bandos, pero el General realista Pedro Antonio de Olañeta (viejo conocido por sus incursiones a Jujuy y Salta, y autor intelectual del asesinato de Martín Miguel de Güemes), paga con su vida la soberbia de enfrentarse a una fuerza menor.

Distintas visiones de historiadores bolivianos, peruanos y argentinos le ponen su cuota personal a esta acción, que recién en el año 2014 fue declarado Patrimonio Cultural e Histórico del Estado Plurinacional de Bolivia.

Fue realmente reconocida su importancia como el final de las luchas contra la corona española. Veamos de que se trata.

El contexto de la época
España no quería perder su dominio de tres siglos sobre sus colonias americanas, de las que extraía ingentes riquezas que iban a engrosar las arcas del Tesoro Real y las fortunas particulares de los encomenderos que tenían mano de obra barata o gratuita.

Por otra parte nadie tiene dudas sobre el inmenso valor que tiene para nuestra historia la campaña sanmartiniana para liberar de la dependencia española a los países de América de Sur.
Algunos pocos, incluidos en el llamado Plan de Maitland, como el General San Martín, sabían que la única estrategia válida para lograrlo era terminar con el poderío de España en Lima, y diseñaron como táctica el movimiento de pinzas por tierra, a través del Ejército del Norte, y por mar llegando desde Chile. Pero la logística para lograr esto último incluía cruzar la Cordillera de los Andes, con todo lo que esto significa.
En 1816, San Martín toma conciencia que una parte de “la pinza” para llegar a Lima (la terrestre), era muy difícil, y encarga, particularmente a Güemes que mantenga a raya a los realistas en Jujuy y Salta en una lucha defensiva, mientras el intentaría la ofensiva por mar.

El teatro de las operaciones bélicas, como había sido desde 1810 hasta entonces, se trasladó a Cuyo y luego a Chile.
Aprovechando esta coyuntura, el General español Pedro Antonio de Olañeta (rico comerciante radicado en Salta y fiel a la corona), invadió desde el Alto Perú reiteradamente la Provincia de Jujuy, ocupando su capital en 1817 y estableciendo allí su cuartel general.

Intentó tomar Salta pero fue derrotado por Güemes, que a partir de ese momento se transformó en su principal enemigo. Esta acción defensiva era necesaria para que San Martín pudiese continuar su ofensiva contra las tropas realistas de Chile y Perú.

Como consecuencia de las victorias americanas en Junín y Ayacucho en 1824, España perdía el territorio de Perú. Previamente, como consecuencia de las Guerras por la Independencia, había tenido que abandonar el entonces Virreinato del Río de la Plata, las Gobernaciones de Paraguay y Montevideo y la Capitanía General de Chile.

La situación política de los españoles en Perú y en el Alto Perú era compleja. Los liberales representados por José de Canterac, y los monárquicos absolutistas encabezados por Olañeta, tenías profundas disidencias. A cargo de este, las tropas realistas del Alto Perú (hoy Bolivia), no habían participado en las batallas de Junín ni en la de Ayacucho y se encontraban intactas en territorio altoperuano.

Olañeta había concentrado sus fuerzas en Potosí, aunque bastante disminuidas por las permanentes deserciones.

Camino a Tumusla
El Mariscal de Ayacucho, General Antonio José de Sucre, siguiendo las instrucciones de su superior y entrañable amigo Simón Bolívar, inició su periplo en pos del General español, sin intuir la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, ya que después le esperaba una nueva nación que se ubicaba entre los sueños de José de San Martín y de Simón Bolívar que eran los libertadores de américa.
Sucre llegó a Cusco en los primeros días del mes de diciembre de 1824. Desde ese lugar solicitó a Bolívar instrucciones y normas a las que debía sujetarse en relación al Alto Perú, recordándole que tenían que trabajar en un país que no se le parece a Perú, y que quiere ser otro país en sí mismo.
A principios de 1825, Sucre cruza el río Desaguadero (límite entre Perú y el Alto Perú), y se dirige a La Paz. En el trayecto realizaría dos importantes actos administrativos, ambos de gran trascendencia.
El primero se manifestaría al pasar por Tiwanaku (centro de la cultura preincaica), lugar que el General recomendó encarecidamente su preservación como sitio arqueológico.
Encarga, además, que se diera a una piedra grande y cuadrada la Puerta del Sol, en cuya faz principal se veía esculpidos jeroglíficos a semejanza de las egipcias, una posición adecuada para preservarla de todo daño para que no dificultase la indagación de aquellos grabados. En este acto reconoce su admiración por el significado y el aporte de las civilizaciones precolombinas de América del Sur.
Puerta del Sol
El segundo tiene que ver con su llegada a la ciudad de La Paz, donde convoca a una Asamblea General, a realizarse en Oruro, para que los representantes de Charcas, Potosí, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz deliberen sobre su destino y su futuro gobierno. 

Se compromete, además, a respetar los acuerdos a que se arriben, siempre y cuando se conserve el orden, la unión y la concentración del poder para evitar la anarquía.

A medida que Sucre se acerca a Potosí, cientos de soldados y oficiales que revestían en las filas realistas engrosas las tropas patriotas.

Numéricamente, dichas fuerzas estaban constituidas por 1.360 infantes, 30 artilleros y 360 de caballería. Todos ellos, al parecer, eran chicheños. Entre sus jefes estaba el Coronel Carlos Medinaceli, hombre fundamental en el desarrollo de los acontecimientos.
En marzo Sucre y su ejército entran a la ciudad de Potosí, obligando a Olañeta a desocupar la plaza y dirigirse a la provincia de los Chichas.
Los vientos de independencia ya soplaban con fuerza. El General José Miguel Lanza proclamó la independencia del territorio de Charcas o Alto Perú, el 20 de enero de 1825, ingresando a la ciudad de La Paz, con sus tropas de guerrilleros salidas de las republiquetas de Ayopaya e Inquisivi.

Los patriotas altoperuanos proclamaron la independencia el 22 de enero y el General Lanza tomó posesión de La Paz el 23, para esperar la llegada del Mariscal de Ayacucho.

Tumusla, Provincia de Nor ChichasDepartamento de PotosíBolivia

El que avisa no traiciona

Olañeta en Tumusla (pueblo que hoy tiene apenas 500 habitantes), comprobó que muchos de sus soldados se habían pronunciado por la independencia, encabezados por su segundo, el Coronel Carlos Medinaceli.

Este le escribió a Olañeta tres meses antes, en una carta que le dirige desde Talina (Potosí), donde textualmente le dice:

 “... Si. S. S. entra en razón y rectifica su conducta, ya no intentando resistir más a la Emancipación de todos los partidos y las provincias de Charcas, no habrá nada y no deberá temer usted, pero si insiste en su desconocimiento de Ayacucho (la Capitulación) y la Libertad, traicionando aun a los Libertadores y la Patria, prepárense usted, para la guerra definitiva”.

Esta carta fue enviada con Casimiro Olañeta, sobrino del General y patriota encubierto, tanto al Mariscal Sucre como al Gral. Olañeta. En otra parte de la carta, Medinaceli le recuerda a Olañeta:

“Como charquino y patriota que soy, sobre todo nacido en esta tierra de Chichas y de Charcas, el 1º de febrero proclamaré en la capital de Chichas, en Cotagaita, la independencia total de esta Patria, de la Corona española y de los ex virreinatos, repúblicas hoy de las provincias del Río de La Plata y del Perú”.

Pero como el Gral. Olañeta no escuchó las advertencias del Coronel Medinaceli, éste empezó a preparar militarmente su ejército en los campos, cerros y ríos de Talina, Chequelti, Cotagaita, Escara y Tumusla, contando con la decidida participación de los originarios de la “nación de los Chichas”, los famosos “cuicos” (yurumeños, calcheños, vichacleños, toropalqueños y viticheños).

Con el deseo de restablecer su autoridad, Olañeta ordenó que sus seguidores atacaran a los rebeldes y por este empeño se produjo una breve escaramuza el 1 de abril de 1825 (“un glorioso Jueves Santo”), que apenas duró 4 horas, en la que el General Olañeta fue herido, muriendo al día siguiente.

Las bajas de Medinaceli fueron 156 muertos y 270 heridos, mientras que las de Olañeta fueron 509 muertos, 734 heridos y 200 prisioneros. De esta manera, casi apagada, concluyó la guerra por la independencia altoperuana que duró 15 años.

Como una paradoja del destino, tres meses más tarde Fernando VII (sin saber que había fallecido), concedió a Olañeta el nombramiento de Virrey del Río de la Plata.

Con el triunfo de Tumusla bajo las ilustres figuras de Bolívar, Sucre y de cientos de patriotas, cayó el último baluarte de los españoles en el territorio de los Charcas y se consolidó en definitiva la libertad en América. Como consecuencia de las acciones de Tumusla, el territorio de la Real Audiencia de Charcas quedó definitivamente liberado del dominio español.

Quienes defienden la figura heroica de Medinaceli demandan que la batalla de Tumusla sea consignada como la última y definitiva para la liberación de tierras andinas, junto con las reconocidas de Junín y Ayacucho.
El localismo de época
Varios autores afirman que Medinaceli es el verdadero libertador de Bolivia (y no Sucre), junto a otros revolucionarios como Pedro Domingo Murillo o Juana Azurduy de Padilla, pues fue su accionar contra los últimos realistas, antes de que arribaran las fuerzas al mando de Antonio José de Sucre, las que dieron el argumento para defender luego la idea de un país distinto de Perú o Argentina.

Historiadores bolivianos insisten en que consiguieron su independencia solo con sus fuerzas locales, afirmando que las batallas de Junín y Ayacucho, no liberaron a Bolivia, lo hicieron al Perú, inclusive denostando las acciones de los oficiales argentinos actuantes y ponderando la presencia de tropas patriotas de Tarija y Chichas.

“Suipacha fue la única victoria ganada por el ejército auxiliar argentino, todo porque contó con la estrategia guerrera de tarijeños y chicheños que conocían palmo a palmo el terreno y río y de las sendas de Nazareno y Suipacha, los demás ejércitos auxiliares (3 más) fueron derrotados por vergonzosas estrategias y comportamiento militar cínico, cruel, ineficiente, lleno de pillaje, matonaje y de venganza”.

“Bolivia en el hecho mismo y concreto no debe su libertad a ningún ejército auxiliar, ni del norte Perú - colombiano, ni al del sur argentino. La gran Colombia y el Perú no tuvieron participación en el país. Bolivia a ningún estado pidió favor para su independencia”.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.